miércoles, 26 de mayo de 2010

MATEO Y EL LEÓN


Son diez los hijos de Nelly y Mateo y eran veinte sus ovejas. Pero desde que el león* bajó de la montaña y en dos vueltas mató a cuatro, ya no quedan más que dieciséis ovejas. La familia está muy afligida y se desespera por el resto del rebaño, porque una vez que el león ha probado la sangre de una oveja no se queda quieto hasta no acabar con todas. Por eso, sin perder tiempo, Mateo, Nelly, hijos y vecinos salen corriendo a cazar al “bicho” muy lejos, en el cerro. Es en balde… Entonces, ilustrando el refrán que dice: “a grandes males grandes remedios”, Mateo, Nelly y familia resuelven finalmente encarar el problema de otro modo.

Cada noche, a la puesta del sol, padres e hijos desocupan la casa familiar y encierran adentro a las ovejas, dejando una sola ventanita abierta. Armándose de escopetas y palos, todos se van luego a agazapar detrás de unos arbustos cercanos, al acecho del animal.

El león no viene, ni la primera noche, ni la segunda, ni la tercera. Trece noches se suceden así: todas las noches, las ovejas duermen tranquilamente dentro de la casa, mientras la familia al sereno las sigue pasando negras, dormitando con un ojo y vigilando con el otro. En la decimocuarta noche se avista, por fin, la sombra alargada de un gato grande que se desliza silenciosamente hacia la casa. Las ovejas, que olfatean al enemigo, se alborotan y se echan a gemir y a llorar. El león se excita más y justo cuando toma impulso para saltar a la ventanita, dos escopetazos estallan desde detrás de los arbustos. El animal da un brinco en el aire y cae como una piedra al suelo. En un periquete todo el mundo se le tira encima y lo remata a palos.

Algo parecido hizo Jesús por los indefensos de su pueblo. No sólo abandonó su casa, sino también la propia vida para defenderlos del lobo, dando así un ejemplo a toda autoridad bajo el cielo: no maltratar a los que no pueden defenderse, no aprovecharse de ellos, no abandonarlos en la penuria. Enfrentar al lobo y no buscar su amistad. Preferir dejarse matar por él antes que dejarlo abusar del pueblo (Jn 10, 7-15).

¿Quién es el lobo? Aquél que se come a las ovejas, las tortura o las hace desaparecer por miles como si nada. El que explota a la gente, la esquila, la dispersa, la hambrea, abusa de ella, la trata como a cualquier mercancía. Son los corruptos, los chorros, los grandes ladrones, los políticos y los banqueros que engañan y roban descaradamente a nivel mundial y que se reproducen como conejos en todas las naciones del planeta.

Hasta no hace mucho se dieron cosas muy raras en la Iglesia. En todos los países de América latina se han visto pequeñas comunidades eclesiales de base que, sin usar escopetas ni palos, se solidarizaban con las víctimas indefensas de las despiadadas dictaduras militares de sus respectivos países. Sólo intentaban así poner en práctica lo más elemental del Evangelio de Jesús. Pues bien, por ese motivo y aunque parezca impensable, muchas de esas pequeñas y valientes comunidades cristianas han sido vejadas y desmanteladas por… ¡sus propios pastores!

Es evidente que con esa clase de pastores, no hacen falta lobos…

Pero, gracias a Dios, hubo pastores que se pusieron los pantalones. Casi todos éstos, sin embargo, terminaron asesinados. Como Jesús.

"¡Estén despiertos!”, ya que no saben a qué hora de la noche vendrá el ladrón, el león o el lobo disfrazado de… pastor... (Mt 24, 4243; Jn 10, 10-13)

*En el noroeste argentino, el "león" es una especie de puma de tamaño mediano muy voraz. Sale sólo de noche y es muy difícil de cazar.