viernes, 29 de octubre de 2010

DESPACHO DE UN «ALMITA» EN TILCARA


En las montañas de Tilcara, cuando el alma “fresca” de una persona recién fallecida emprende su viaje hacia la luz, se pone en la casa una mesa grande y se la cubre con un mantel negro. Sobre la mesa se dispone una gran cantidad de panes caseros y se cuelga de la pared más pegada a la mesa los panes que lucen más bonitos. Esos panes tienen distintas formas y todos dicen algo de la fe del pueblo frente a la muerte.

Hay panes en forma de llamas que transportan el “almita” sobre su lomo hasta la cima de las montañas. Hay panes en forma de torres para que el alma pueda alcanzar las nubes. Panes en forma de escaleras para trepar lo más pronto posible al cielo. Y panes en forma de palomas, para llegar hasta la cruz de Jesús, el Salvador.

Es la cruz del Salvador la que, al final del recorrido, le abre al almita la puerta de la Morada de Dios, representada por un pan en forma de casa. Otros panes en forma de corazones simbolizan el amor de los parientes y de los amigos que continúan rodeando al almita durante su gran viaje. Y finalmente están los panes que representan una magnífica corona con que la Virgen adornará la cabeza del almita cuando se presente a la gran fiesta preparada por los ángeles en el cielo. Las letras QEPD en forma de panes son, como todos saben, el deseo de circunstancias: “¡Qué En Paz Descanse!”

Junto a la mesa, por los costados, sobre cajones más bajitos, cubiertos también con un paño negro, se colocan diferentes platos llenos de la comida que más le gustaba al almita cuando aún vivía. También se ponen las bebidas preferidas y muchas otras cositas. El olor de los panes y demás “ofrenditas” embalsama el camino del almita y le sirven de sustento a lo largo de su peregrinaje hacia el más allá.

En los funerales, que se celebran algunas horas después de la muerte, se vierten todas las lágrimas del mundo. Terminado el funeral y secadas las lágrimas, se abren las puertas de la casa a los vecinos. Se sacan las comidas, incluyendo las que estaban escondidas bajo la mesa, se agregan otras recién hechas y se arma la fiesta. Se bebe, se ríe, se come. De esta forma todos “comulgan” alegremente con el almita, comiendo lo que a ella le gustaba comer, bebiendo lo que a ella le gustaba beber y fumando lo que a ella le gustaba fumar. La muerte ya queda atrás. Entre el almita y los familiares y amigos de la tierra siguen la cercanía, el cariño y la amistad.

No me sorprendería que las “misas” de los cristianos de antes que se celebraban en medio de las tumbas de las catacumbas romanas, hayan tenido algún parecido con los banquetes de las “almitas” de Tilcara.


1 comentario:

  1. Silvina Acuña escribe:
    Hola Eloy, publique una nota tuya que me encantó y que acompaña un poco el duelo de nuestro ex presidente que sorpresivamente se nos fué. Te aclaro que no he sido nunca peronista, pero a esta persona muchos de mi generacion y las abuelas les debemos lo que tanto se hizo esperar :
    "EL JUICIO Y CASTIGO A LOS CULPABLES"

    saludos y gracias por escribirlo

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